Mujeres adoptan tecnologías para la agricultura orgánica sostenible

Doña Maria Silvia, beneficiaria del Proyecto IILA a través de Plan Trifinio,en Sabana Grande, Chiquimula. Ahora aprovecha su huerto con la comunidad y su familia.

En la comunidad de Sabana Grande, Chiquimula, Doña María Luisa es un ejemplo viviente del impacto positivo que puede tener un proyecto en la vida de una persona. A través de las acciones de Plan Trifinio y del Proyecto IILA, su vida y la de su familia han experimentado un cambio.

Cuando se le pregunta cómo le ha ayudado este proyecto, Doña María Luisa responde con una sonrisa: “A mí me ha servido bastante porque he aprendido cosas nuevas”. Su entusiasmo es contagioso, y no es difícil ver cómo su vida diaria se ha transformado. Antes, la familia enfrentaba dificultades para conseguir alimentos frescos, pero ahora tienen acceso a una huerta donde cultivan sus propias verduras.

“Por lo menos en mi casa hemos hecho caldo de yerba mora”, dice, recordando con cariño las comidas que ahora pueden preparar con ingredientes frescos. La huerta no solo ha mejorado su alimentación, sino que también ha sido motivo de orgullo familiar. “Vinieron unos familiares de Estados Unidos y me dijeron que les encantaba conocer la huerta. Se fueron encantados y me dijeron que querían volver para ver más”.

La satisfacción que siente al cosechar sus propios alimentos es palpable. “Se siente bien”, “porque son productos frescos que puedo cortar cuando quiera”. Ha aprendido a cosechar en el momento adecuado, asegurando que los tomates y otras verduras estén siempre tiernas y listas para usar.

El aprendizaje va más allá de lo práctico. Gracias a las capacitaciones que ha recibido, tanto en su aldea como en otros lugares de Chiquimula, Doña María Luisa ha adquirido habilidades que la empoderan. “Nos han ayudado bastante”, afirma con convicción. “Ya hay días en que no gasto para hacer un almuerzo, porque venimos aquí y traemos la cosecha para realizar los almuerzos o hasta desayunos”.

Doña María Luisa es más que una beneficiaria; es un símbolo de esperanza y resiliencia en su comunidad. Su historia es un recordatorio de que, con el apoyo adecuado, es posible transformar vidas y construir un futuro más prometedor. En la aldea de Sabana Grande, la huerta florece, y con ella, el espíritu de superación de toda una comunidad.

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